viernes, 8 de agosto de 2014

Doña Chefa y los empujones en el Metro

¡Carajo! La expresión fue contundente. Tanto fue su efecto, que la chiquilla uniformada que escuchaba una estruendosa música desde su celular Android (¿o era Iphone?) se quitó los auriculares del oído para saber lo que pasaba.

La verdad es que yo también puse atención a lo que ocurría. Como estaba a unos pasos de la señora que había soltado la expresión, pude escuchar parte de su monólogo cuasi enojado que le dirigía a....nadie en particular y, quizás, a todos los que estábamos cerca de ella en el amontonado Metro.

"No es suficiente tener que compartir olores, pisadas, sino que también quieren sacarlo a uno del poste", mascullaba la pequeña señora, aunque algo robusta, que me dio un aire a la "abue Chefa" de la Calle 6. Llegué a entender lo que acontecía en la siguiente estación donde se detuvo el moderno "Caballo de hierro".

El Metro estaba rebosante de gente, pero mucho más la estación donde se detuvo. El "apretujón" que se registró para salir solamente fue comparable con el que se dio para entrar. No importa que el Metro esté pasando cada cuatro o cinco minutos, los usuarios quieren irse en "ése" precisamente. Fue entonces que verdaderamente se formó el "revolcón" que pregonaba don Salvador.

"Vuelve la vaina", volvió a vociferar doña Chefa (bueno, la verdad es que jamás supe como se llamaba). En esta ocasión, ya estaba muy cercano a ella. El asunto, aparentemente, no eran los empellones, los intercambios de humores, los incómodos bolsos de las damas, etc., etc. No, el asunto era otro. "Doña Chefa" se aferraba, como si fuera una tabla de salvación, al tubo de metal que estaba en medio del pasillo.

Algunos de los tubos, para quienes jamás se han transportado en el Metro, no son de una sola pieza como las que usan las vedettes del "table dance" sino que se dividen en tres partes para dar oportunidad a que una mayor cantidad de personas puedan sujetarse. La vaina es que la operación de desalojo, primero, y luego de entrada de los usuarios es digna de una película, donde el pánico y  el "corre corre" son los principales ingredientes.

Doña Chefa tenía su mano enrojecida de la fuerza con que sujetaba el tubo y la verdad es que si no hubiera sido por ello, el mar de gente que se movió a su alrededor en esos pocos segundos, la hubieran llevado, tal vez, hasta "pisar lona". Pero, por suerte, las cosas no pasaron a mayores.

¡Vea!. Tenía toda la intención de hablarles hoy sobre la despedida de las pistas del "Canguro" Irving Saladino, debido a que jamás pudo recuperarse de una lesión en una de sus rodillas, pero me entretuve con doña Chefa.

 Y es que la noticia se dio precisamente en medio de los "apretujones" en el Metro.

Bueno será en otro momento. Por suerte, esta herramienta digital es igualitica que el papel, lo aguanta todo.

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