Una de las tareas más importantes a la que tendrá que abocarse la nueva administración del Instituto Panameño de Deportes (Pandeportes), es a la revisión de los acuerdos y convenios que se tienen con diversos países, fundaciones y organizaciones deportivas.
Panamá es un país con un rico material humano en materia deportiva pero con muy pocas posibilidades de explotarlo positivamente, porque no cuenta con la infraestructura adecuada para hacerlo.
La prueba de ello son el campeón mundial y olímpico de salto de longitud, el colonense Irving Saladino, y la esgrimista capitalina Yesika Jiménez. Saladino tuvo que emigrar a Sao Paulo, Brasil, para convertirse en el primero en el mundo en su especialidad, y la segunda demostró en los juegos Olímpicos de Pekín que si hubiera contado con una mejor preparación, posiblemente sus resultados hubieran sido mejores.
Debido a ello es que es importante echarle mano a cuantas posibilidades se tengan para contar con muchos mejores atletas y una de esas herramientas son los convenios de intercambios y de capacitación, que se firman con otros países u organizaciones extranjeras. Pero, el detalle está en echarle mano de manera efectiva y que los resultados se puedan observar después de un tiempo relativamente aceptable.
Es por ello que hoy nos referiremos al convenio deportivo que tienen Panamá y Cuba en materia deportiva, que por años se ha firmado pero que al final nos dejan un sabor como que muy poco provecho se les ha sacado.
Realmente muy poco es lo que se conoce sobre los aspectos que cubren el acuerdo deportivo, aunque si conocemos que cada cierto tiempo una delegación de instructores y capacitadores cubanos llegan a nuestro país y luego de presentar un programa determinado vuelven a su país, por lo menos la mayoría de ellos.
El hecho está en que pareciera que la idea está en que los instructores cubanos vengan, realicen su trabajo y…vuelvan a venir, porque hasta donde sabemos no existe un plan de seguimiento para que nuestros entrenadores e instructores les sigan la pista a estos señores, en algunos casos mucho mejor capacitados, y luego sean ellos quienes se encarguen de la capacitación en Panamá.
En mi opinión es esa la manera con que deben trabajarse este tipo de acuerdos, en el que los nuestros puedan sacar algún conocimiento de quienes más conocen, en este caso los instructores cubanos, y luego ellos implementar lo aprendido en nuestros barrios, comunidades; en fin, en nuestra sociedad.
Otro tanto es lo que acontece con el convenio que permite a estudiantes panameños ingresar al Instituto Superior de Educación Física de Cuba, para que luego de cumplir con el programa académico regresen listos para impartir clases.
Hasta donde conocemos, nuestros muchachos no solamente realizan sus estudios imbuidos más que todo para hacerse de una carrera profesional sino que después, olvidándose de la inversión que ha hecho el Estado en cada uno de ellos, abandonan la docencia en las escuelas públicas para aceptar contratos en centro académicos particulares.
Realmente esto no es un detalle negativo si lo vemos desde el punto en que cada uno de estos forjados educadores físicos tiene el derecho, como todos, a mejorar su statu. No obstante, debiera cumplirse con un tiempo en la docencia pública, si así pudiéramos calificarlo, antes de abandonarla para optar por otra oferta laboral.
Lo cierto es que el Estado ha hecho una inversión importante en cada uno de los casos señalados, buscando con ello el mejoramiento y la superación técnica, académica y profesional de quienes están involucrados, por lo que sentimos que tanto este como otros convenios deben ser evaluados y analizados, buscando con ello que se justifique cada centavo invertido en los mismos.