La afirmación del presidente panameño, Ricardo Martinelli, de reconocer como únicas autoridades deportivas del Comité Olímpico de Panamá (COP) a quienes reconoce el Comité Olímpico Internacional (COI) y las organizaciones internacionales, es decir al grupo que lidera el Ing. Miguel Sanchiz, no es una acción premeditada del gobernante para realizar los Juegos Bolivarianos de 2013 a cualquier costo, sino es un hecho de justicia y de total razonamiento.
A Sanchiz y a los miembros de su comité ejecutivo no solo lo reconoce el COI y demás organismos internacionales deportivos sino también las leyes nacionales, si observamos el Capítulo V de la Ley 50, que rige el deporte panameño en todas sus instancias. En el mismo se destaca que “las leyes panameñas reconocerán al Comité Olímpico Nacional que reconozca el Comité Olímpico Internacional” y este reconocimiento será suficiente para que no haya objeción para su inmediata inscripción en el Registro Público. Palabras más, palabras menos.
El hecho está en que por muchos años a quienes se les ha confiado la tarea de manejar los destinos de la entidad gubernamental deportiva, ayer conocida como INCUDE e INDE y hoy Pandeportes, su yo interno los ha traicionó y buscaron la manera de “desaparecer”, y esto hay que leerlo de manera literal, a quienes estaban al frente del ente deportivo olímpico, sin entender que su misión nunca ha sido esa sino atender los asuntos inherentes a la institución que encabezaban y caminar de la mano del COP, para lograr representaciones dignas e importantes en los eventos que así lo determinen.
Es cierto, no a todos los directores del ente deportivo gubernamental podemos marcarlos con el mismo crayón, pero hubo dos en administraciones pasadas que se hubieran quitado una uña de uno de sus dedos meñiques, con tal de que hubieran sido designados de a dedo, claro está, para estar al frente del Comité Olímpico panameño.
Esta situación, en la que algunos directores de Pandeportes confundieron sus roles, permitió cierto relajamiento en el manejo de la administración deportiva, y trajo como resultado que algunas personas, envestidos en el rol de dirigentes, quisieran tomar el control del Comité Olímpico Nacional.
Bueno, es cierto que algunos permitieron cierto relajamiento, pero otros encabezaron la cruzada y hasta subvencionaron a algunos de estos seudos dirigentes, para que se tomaran el poder a sangre y fuego.
De allí nace la Ley 50, de diciembre de 2007, tras un compromiso que se vio obligado a adquirir el presidente de entonces, Martín Torrijos, cuando sus aláteres intervinieron flagrantemente en los asuntos internos del COP y el Comité Olímpico Internacional lo suspende y de paso toda participación en eventos deportivos regionales y juegos olímpicos.
Porque hay que entender que quiénes manejan el universo deportivo no son los gobiernos sino las organizaciones internacionales, encabezados por el Comité Olímpico Internacional y eso lo entienden todos, incluyendo el presidente estadounidense Barak Obama, quien encabezó infructuosamente una delegación para que Chicago fuera escogida la sede de los Juegos Olímpicos de 2016.
De allí que el presidente Martinelli no ha hecho otra cosa que actuar con la razón y reconocer que el Comité Olímpico de Panamá es, efectivamente, uno solo y que este por lo menos hasta el 2012 tendrá al frente al ingeniero Miguel Sanchiz.
Quienes deseen confrontar esta verdad podrán hacerlo dentro de dos años, cuando el COP abrirá nuevamente su periodo de elecciones y en los que participarán todos los delegados legalmente reconocidos, por cierto, de ninguna manera quienes hoy han despotricado contra las autoridades olímpicas nacionales e internacionales, y quienes merecen una sanción ejemplar por violentar todas las reglamentaciones existentes en la Carta Olímpica.