Bocas del Toro y Panamá Metro disputarán la final del campeonato nacional de béisbol mayor, luego de la clasificación de los primeros de una manera totalmente inusual en su partido la noche de este martes frente a la selección de Chiriquí.
Bocas y Chiriquí decidían en un séptimo encuentro quién acompañaría a los metropolitanos en la última fase del torneo, después de eliminar al equipo de Herrera en su serie particular.
Todo se desarrollaba de forma normal hasta que en el octavo episodio se registró una jugada en la segunda base, que terminó con la entrada y con la posibilidad de que el equipo chiricano pudiera anotar la carrera que empataba el encuentro, 3-3.
Debido a una supuesta obstrucción ofensiva en la segunda almohadilla con hombres en la primera y tercera base por parte de Chiriquí, el árbitro decretó una doble matanza y, por esa entrada, se esfumó la posibilidad de que el partido se empatara.
La decisión trajo un airado reclamo por parte de la novena chiricana y la lamentable decisión de no salir al terreno a cumplir con el noveno y último episodio, por lo que sin luchar los chiricanos le regalaron a los tortugueros el pase a la final.
Es posible que el árbitro se haya equivocado en su criterio y sólo debió sacar out al corredor en la segunda almohadilla, lo que hubiera posibilitado la carrera que igualaba las acciones entre ambas novenas.
También es posible que no se haya equivocado, pero debió pensar que el encuentro se encontraba en un octavo episodio y con los fanáticos de ambos grupos muy calientes, por lo que debió solamente cantar la jugada en la segunda base.
También existe la posibilidad de que el árbitro no se haya equivocado en ningún momento y actuó apegado al reglamento, por lo que le asiste la razón a pesar de todos los reclamos “indecentes”, “irrespetuosos” e “inadecuados” que le hicieron miembros del equipo chiricano.
Pero dejando la especulación a un lado y sin tomar en cuenta la acción del árbitro, lo único reprochable a mi parecer fue la penosa actitud de la tropa chiricana de dejar el terreno de juego, sin pensar en todo el esfuerzo que se hizo para llegar a esas instancias.
Una actitud que no solamente irrespetó a los patrocinadores de la que en otrora fue una novena gallarda sino también a los miles de fanáticos, quienes noche tras noche llenaron los estadios para respaldarlos con gritos, cantos y murgas.
El técnico Alberto Macré, sus asistentes y el equipo, en términos generales, echó por la borda todos los esfuerzos y sacrificios que se hicieron para contar nuevamente con una novena competitiva, que llenara las expectativas de una exigente fanaticada.
La actitud arrogante, fastidiosa y orgullosa de una veintena de personas vestidas con el uniforme rojiverde de la tropa chiricana, les hizo perder, tal vez, la oportunidad de estar en una final y ganar el campeonato por primera vez desde el 2004.
Se han alzado voces pidiendo sanciones tras los hechos ocurridos la noche de este martes y en eso estamos de acuerdo, pero solo para quienes impidieron que la posibilidad de una clasificación se decidiera en el terreno de juego.
Bocas y Chiriquí decidían en un séptimo encuentro quién acompañaría a los metropolitanos en la última fase del torneo, después de eliminar al equipo de Herrera en su serie particular.
Todo se desarrollaba de forma normal hasta que en el octavo episodio se registró una jugada en la segunda base, que terminó con la entrada y con la posibilidad de que el equipo chiricano pudiera anotar la carrera que empataba el encuentro, 3-3.
Debido a una supuesta obstrucción ofensiva en la segunda almohadilla con hombres en la primera y tercera base por parte de Chiriquí, el árbitro decretó una doble matanza y, por esa entrada, se esfumó la posibilidad de que el partido se empatara.
La decisión trajo un airado reclamo por parte de la novena chiricana y la lamentable decisión de no salir al terreno a cumplir con el noveno y último episodio, por lo que sin luchar los chiricanos le regalaron a los tortugueros el pase a la final.
Es posible que el árbitro se haya equivocado en su criterio y sólo debió sacar out al corredor en la segunda almohadilla, lo que hubiera posibilitado la carrera que igualaba las acciones entre ambas novenas.
También es posible que no se haya equivocado, pero debió pensar que el encuentro se encontraba en un octavo episodio y con los fanáticos de ambos grupos muy calientes, por lo que debió solamente cantar la jugada en la segunda base.
También existe la posibilidad de que el árbitro no se haya equivocado en ningún momento y actuó apegado al reglamento, por lo que le asiste la razón a pesar de todos los reclamos “indecentes”, “irrespetuosos” e “inadecuados” que le hicieron miembros del equipo chiricano.
Pero dejando la especulación a un lado y sin tomar en cuenta la acción del árbitro, lo único reprochable a mi parecer fue la penosa actitud de la tropa chiricana de dejar el terreno de juego, sin pensar en todo el esfuerzo que se hizo para llegar a esas instancias.
Una actitud que no solamente irrespetó a los patrocinadores de la que en otrora fue una novena gallarda sino también a los miles de fanáticos, quienes noche tras noche llenaron los estadios para respaldarlos con gritos, cantos y murgas.
El técnico Alberto Macré, sus asistentes y el equipo, en términos generales, echó por la borda todos los esfuerzos y sacrificios que se hicieron para contar nuevamente con una novena competitiva, que llenara las expectativas de una exigente fanaticada.
La actitud arrogante, fastidiosa y orgullosa de una veintena de personas vestidas con el uniforme rojiverde de la tropa chiricana, les hizo perder, tal vez, la oportunidad de estar en una final y ganar el campeonato por primera vez desde el 2004.
Se han alzado voces pidiendo sanciones tras los hechos ocurridos la noche de este martes y en eso estamos de acuerdo, pero solo para quienes impidieron que la posibilidad de una clasificación se decidiera en el terreno de juego.