Muy pocos dudaban del triunfo de Floyd Mayweather Jr. sobre Shane “Sugar” Mosley la noche del 1 de mayo en el MGM Grand Garden Arena de Las Vegas, ya que se enfrentaba el más calibrado púgil del momento ante uno que hace mucho tiempo vio pasar su mejor época en este difícil negocio.
El pleito dejó claro un detalle para el mundo pugilístico, y es que cada vez más tanto promotores como organizaciones boxística cuentan con menos boxeadores que puedan, captar la atención del fanático y luego llenar las expectativas para cumplir con una cartelera “decente”.
Los nombres de Bernard Hopkins, Roy Jones Jr., Oscar de la Hoya han quedado atrás, a pesar de que los dos primeros siguen exprimiendo sus bien ganados prestigios y se mantienen en el mundo de los encordados.
El mercado literalmente se ha quedado casi vacío, como ocurre cada cierto tiempo en este mercado pugilístico, aunque en este siglo XXI amenaza con tomar mucho más tiempo para que aparezca el gran salvador del espectáculo.
La firma del compromiso entre Mayweather y Mosley fue una jugada desesperada ante la caída del pleito entre el primero y el filipino Manny Pacquiao, y para demostrar una vez más hasta qué grado ya no son tan importantes ni influyentes los títulos que avalan las diferentes organizaciones boxísticas, no hubo ningún campeonato de por medio.
La fabulosa maquinaria que se mueve tras cada pleito con carácter de “megapelea”, aunque realmente su categoría esté muy por debajo de ese calificativo, es tan abrumadora que hacen permisibles encuentros que en el pasado hubiera sido imposible pautarlos, ya sea por la dudosa reputación pugilística de uno de los combatientes o porque no estaban en juego ningún cinturón mundial.
Pero el mundo ha cambiado y por consiguiente el que rodea al pugilístico también lo ha hecho y es por ello que bajo la promoción de un espectáculo que promete ser de ensueño, en cuyas sombras ya es costumbre observar a los ya envejecidos Bob Arum y Don King o la siempre renovada cadena HBO, lo único que a veces es digno de verse es la cantidad de luminarias del espectáculo o del deporte que son invitados de forma ex profesa por los organizadores para que llenen ese vacío que pudieran sentir los cientos de aficionados en el coliseo al no cumplirse las expectativas que le fueron prometidas.
Mayweather demostró una vez más que es el mejor en la actualidad y que en el sombrero del mago, quedan poquísimos nombres con los que podría organizarse una cartelera con características multimillonarias.
Es por ello que, si la intención de Mayweather es mantenerse en el negocio y generar millonarios ingresos, el único camino que tiene es el que lo lleva a un enfrentamiento con Manny Pacquiao.
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