La única autoridad que hay arriba de un ring es la del árbitro o tercer hombre del ring. Es el único que está facultado, por cualquier circunstancia, a detener un encuentro, ya sea por la superioridad inobjetable de uno de los contendientes o por faltas a las reglamentaciones.
Recordamos la pelea que hiciera en los años 70 el panameño Jorge “Fumanchú” Miranda, también conocido como “Tumbamuralla”, con el argentino David Monzón, promocionado como hijo del gran púgil argentino Carlos Monzón, en el otrora gimnasio Nuevo Panamá.
Este encuentro fue detenido en el séptimo asalto por el árbitro Salomón “Baby” Allen porque en su opinión, ninguno de los dos púgiles se estaba comportando de manera profesional. Al final, el resultado fue “no contest”.
También recordamos la acción del réferi estadounidense Mills Lane, quien descalificó al ex campeón Mike Tyson tras morderle una oreja a su compatriota Evander Holyfield, en una memorable pelea realizada en los años 90.
Dos semanas después, el mismo Lane descalificó al británico Henry Akinwande en el quinto asalto al perder la paciencia tras sus repetidos amarres ante Lennox Lewis, también en otro encuentro de título mundial.
Estas son pruebas irrefutables de que la persona que tiene el control en un encuentro boxístico es el árbitro y es el único responsable de lo que acontezca arriba del cuadrilátero.
Estos recuerdos los traigo a colación, a raíz del comentario que hiciera el presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), el mexicano José Sulaimán, sobre la actuación del árbitro Laurence Cole en el pleito entre Manny Pacquiao y Antonio Margarito el pasado fin de semana.
Margarito casi pierde un ojo en la refriega a pesar de que Pacquiao le insistió al réferi de que suspendiera el pleito, debido a la paliza que recibía el ex campeón mexicano. La falta de carácter de Cole le ganó a Margarito una visita al quirófano.
Ahora, hay que estar claro que en este tipo de peleas priva mucho el aspecto comercial y, en ese sentido, es muy posible que el árbitro se viera presionado a pesar de que el favorito y dueño de la función era quien estaba pegando, es decir, Pacquiao.
Pero jamás debe perder la perspectiva de que por su falta de criterio, de carácter o sencillamente por una mala actuación, se podría perder una vida.
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