Al final, ninguno de los dos contendientes hizo lo necesario para obtener la victoria, pero era necesario un ganador, el encuentro era por un título mundial, aunque interino, título al fin, la decisión fue para el aún aficionado, el cubano Guillermo Rigondeaux.
Todo Panamá pensó que Ricardo Córdoba haría otro tipo de pelea. Se centraría en lograr la victoria y haría lo necesario para obtenerla, pero no fue así. Le cedió la iniciativa a su rival, le permitió marcar el compás del aburrido vals y Rigondeaux alcanzó el título de los súper gallos, apenas en su séptimo encuentro.
Córdoba no tuvo el “hambre” necesario para buscar a su rival, para rifársela y demostrar que en todos los sentidos era mucho mejor que el púgil cubano. O quizás su esquina lo tuvo todo el tiempo mal informado y creyó estar haciendo lo adecuado para llevarse el triunfo.
Guillermo Rigondeaux es quizás el primer púgil en mucho tiempo en obtener un título mundial con menos de diez encuentros en las filas profesionales. Su meteórica y arreglada carrera ha podido darse al tener al lado suyo a uno de los más veteranos magnates del boxeo, el promotor Bob Arum, pero hasta allí porque no ha demostrado clase.
Aunque hay que reconocer que nada de ese poderoso apoyo tuvo que ver en la decisión del pleito, ya que el contendor panameño hizo muy poco y si bien Rigondeaux se montó en una bicicleta en la última parte de la pelea, no hubo efectividad por parte del istmeño.
Ahora, fue manifiesta la inclinación del árbitro estadounidense Jon Schorle sobre el boxeador caribeño, pero eso es muy común en Estados Unidos, sobre todo cuando el dueño de la cartelera es el mismo que dirige los destinos de algunos de los boxeadores que participa en la misma.
La verdad es que no hace falta llorar. Córdoba tiene que reevaluar su carrera y entender que si va a seguir, tiene que poner todo su esfuerzo en el cuadrilátero sino será utilizado como un escalón para los nuevos prospectos, como aconteció la noche del 13 de noviembre en EEUU.
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